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Laberinto Criminal

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Documentales apasionantes y cautivadores que te sumergen en el oscuro y enigmático mundo del crimen real. En cada episodio, exploramos casos intrigantes y pertu...

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5 de 80
  • Ep. 1/2025 : ️ ▷ El caso de Laci Peterson (California 2002)
    En diciembre de 2002, la desaparición de Leisi Peterson, una joven embarazada de ocho meses, sacudió la tranquila ciudad de Modesto, California, y captó la atención de todo el país. Lo que comenzó como un caso de búsqueda desesperada por parte de la familia, amigos y la comunidad, pronto se transformó en una investigación compleja que revelaría secretos oscuros, un triángulo amoroso y un crimen atroz. Leisi era una mujer de 27 años con una vida que muchos describirían como perfecta. Casada con Scott Peterson desde 1997, la pareja estaba emocionada por la llegada de su primer hijo, al que planeaban llamar Conner. Su vida en un vecindario tranquilo de Modesto parecía tranquila y próspera, pero detrás de las puertas de su hogar, las tensiones comenzaban a acumularse. Los primeros días de su desaparición estuvieron marcados por la incertidumbre, la esperanza y una intensa movilización comunitaria. La familia de Leisi, encabezada por su madre Sharon Rocha, lideró los esfuerzos para encontrarla, organizando búsquedas masivas y llamando a los medios para que amplificaran su caso. Scott, mientras tanto, ofreció declaraciones públicas pidiendo ayuda, pero su comportamiento desconcertó a muchos. Mientras Sharon lloraba frente a las cámaras, la actitud de Scott parecía controlada, incluso indiferente. A medida que pasaban los días, las sospechas comenzaron a girar en su dirección. La investigación policial pronto reveló grietas en la coartada de Scott. Declaró que había pasado la mañana del 24 de diciembre pescando en la Bahía de San Francisco, mientras Leisi se quedaba en casa preparando todo para las festividades navideñas. Los detectives encontraron recibos que respaldaban su presencia en la bahía, pero la ausencia de testigos directos y las inconsistencias en su relato levantaron banderas rojas. El caso tomó un giro explosivo cuando Amber Frey, una terapeuta de masaje de Fresno, se presentó ante la policía y reveló que había estado en una relación con Scott. Amber, quien desconocía que Scott estaba casado, relató que él le había dicho que había perdido a su esposa semanas antes de la desaparición de Leisi. Las llamadas telefónicas grabadas entre Amber y Scott mostraron un patrón de mentiras y manipulaciones, lo que reforzó la idea de que Scott podría estar involucrado en la desaparición de su esposa. En abril de 2003, cuatro meses después de la desaparición de Leisi, los restos de ella y su hijo por nacer, Conner, fueron encontrados en la Bahía de San Francisco, cerca del lugar donde Scott había dicho que estuvo pescando. El hallazgo de los cuerpos fue devastador. Leisi estaba tan deteriorada que solo pudo ser identificada mediante pruebas de ADN, mientras que el cuerpo de Conner estaba casi intacto, envuelto en restos de material plástico. Este descubrimiento confirmó lo que muchos temían: Leisi y su hijo habían sido asesinados. La fiscalía construyó su caso alrededor de la idea de que Scott había asesinado a Leisi para liberarse de las responsabilidades de la paternidad y continuar su relación con Amber. Utilizando pruebas circunstanciales, como las llamadas telefónicas, los registros financieros y la ubicación de los cuerpos, los fiscales argumentaron que Scott había planeado el crimen con antelación. Aunque no había evidencia directa que lo vinculase al asesinato, la narrativa presentada en la corte convenció al jurado. El juicio de Scott Peterson fue un espectáculo mediático. Los titulares sensacionalistas, las imágenes de Scott en la corte y las entrevistas con Amber Frey dominaron la cobertura de los medios. La fiscalía reprodujo las grabaciones telefónicas entre Scott y Amber, mostrando su frialdad y falta de emoción, incluso mientras su esposa desaparecida y su hijo no nacido eran buscados. Estas grabaciones, junto con las pruebas circunstanciales, llevaron al jurado a declarar a Scott culpable de asesinato en primer grado por la muerte de Leisi y asesinato en segundo grado por la muerte de Conner. Fue condenado a la pena de muerte en 2005. A pesar de la condena, el caso de Scott Peterson no terminó allí. En 2020, después de pasar más de 15 años en el corredor de la muerte, el Tribunal Supremo de California anuló su sentencia de muerte. Los jueces concluyeron que se habían cometido errores significativos durante la selección del jurado, lo que violaba los estándares legales establecidos por el Tribunal Supremo de Estados Unidos. La decisión se basó en que el tribunal de primera instancia había descartado a posibles jurados que se oponían a la pena de muerte, a pesar de que afirmaron que podían cumplir con su deber imparcialmente. Un año después, Scott fue condenado de nuevo, esta vez a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional por el asesinato de Leisi. También recibió una sentencia adicional de entre 15 años y cadena perpetua por la muerte de Conner. Este desenlace puso fin a uno de los casos más mediáticos y controversiales en la historia reciente de Estados Unidos. El caso de Leisi Peterson dejó una marca imborrable en el sistema judicial y en la sociedad. Generó debates sobre el impacto de la cobertura mediática en los procesos legales, la fiabilidad de las pruebas circunstanciales y el papel de las relaciones extramaritales como posibles motivaciones criminales. También planteó preguntas inquietantes sobre la capacidad de la justicia para equilibrar la presión pública con la objetividad necesaria para garantizar un juicio justo. Para la familia de Leisi, el dolor sigue siendo una herida abierta. Sharon Rocha se convirtió en una defensora activa de las víctimas de crímenes violentos, utilizando su experiencia personal para apoyar a otras familias en situaciones similares. Aunque se hizo justicia, las cicatrices emocionales y sociales de este caso permanecen. El caso de Leisi Peterson no solo es un recordatorio de la fragilidad de la vida, sino también de las complejidades del sistema judicial y el impacto de las emociones humanas. Hoy en día, sigue siendo un ejemplo estudiado en criminología, psicología y derecho, y una historia que continúa generando interés por sus múltiples capas de intriga, tragedia y justicia.
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    26:15
  • ️ ▷ El caso de Becky Watts (Bristol 2015)
    Hoy en Laberinto Criminal os traemos un caso reciente que sacudió a la tranquila ciudad de Bristol en 2015, en el sur de Inglaterra. Es febrero de ese año, una semana de vacaciones escolares de medio trimestre. Becky Watts, una joven de 16 años, sale de su casa a plena luz del día, sin avisar a nadie a dónde se dirige. Lo que parecía una salida rutinaria se convierte en un misterio cuando Becky no regresa ni da señales de vida. Becky era una chica que había enfrentado desafíos personales. Había luchado contra problemas alimentarios, posiblemente derivados del acoso que sufrió en la escuela, pero estaba en proceso de recuperación y parecía estar en un buen momento. Su repentina desaparición dejó a su familia y amigos sumidos en la incertidumbre y el miedo. Hoy os contamos la desgarradora historia de Becky Watts. Es jueves 19 de febrero de 2015 cuando Becky desaparece de su hogar en Bristol. Su familia, inicialmente despreocupada, asumió que había pasado la noche en casa de una amiga. Sin embargo, al día siguiente, la inquietud comenzó a crecer: Becky no había regresado y nadie parecía saber nada de su paradero. Becky vivía con su padre Darren Galsworthy y su madrastra Angie desde que tenía tres años. Su vida no había sido fácil. Era una joven menuda, reservada en público, pero con una personalidad alegre y divertida cuando estaba con sus amigas. A pesar de parecer una adolescente común, Becky cargaba con inseguridades profundas. Había luchado contra la anorexia desde los 12 años, y aunque estaba en proceso de recuperación, todavía temía ser rechazada o incluso secuestrada. La historia de Becky y su familia comenzó mucho antes de su desaparición. Darren conoció a Angie durante su época de estudiantes, y aunque entre ellos surgió un flechazo, la relación no prosperó porque ella estaba comprometida con otra persona. Darren continuó con su vida, y más tarde se casó con Tania, con quien tuvo un hijo, Dani. Sin embargo, el matrimonio fue tormentoso. Las discusiones eran constantes y en más de una ocasión, Tania echó a Darren de casa en medio de sus enfados. Finalmente, Darren decidió no regresar, y la pareja se separó. Tras la separación, Darren cuidaba de Dani los fines de semana, mientras mantenía una relación tensa con Tania. Meses después, Tania le informó de que estaba embarazada nuevamente. Darren dudó de que el bebé fuera suyo, pero cuando Becky nació, fue al hospital con Dani para conocerla. En cuanto la vio, sintió un amor inmediato por la niña, aunque las circunstancias no le permitían estar con ella tanto como quería. Darren comenzó a llevar a Dani con él los fines de semana, pero Tania le impuso un ultimátum: o se llevaba a los dos niños o no podía llevarse a ninguno. Sin recursos para realizar una prueba de paternidad ni pagar más pensión, Darren aceptó, convencido de que Becky no era su hija biológica. A pesar de sus dudas, desarrolló un profundo cariño por Becky y con el tiempo, sus gestos y ojos le confirmaron que ella era, sin duda, su hija. Cuando Becky tenía dos años, Darren se reencontró con Angie, quien también había atravesado un divorcio difícil y tenía un hijo, Nathan, de 13 años. Durante el proceso de separación de su exmarido, Angie dejó a Nathan al cuidado de su abuela para protegerlo del ambiente conflictivo en casa. Nathan, contento con su vida y su colegio, decidió no regresar con su madre, y Angie aceptó su decisión. Un año después, Darren y Angie comenzaron a vivir juntos. Los fines de semana, la casa se llenaba con la presencia de Dani, Becky y Nathan. Aunque parecía que todo iba bien, Darren empezó a notar que Tania descuidaba a los niños. Becky y Dani a menudo estaban mal vestidos y poco aseados. Tras varias discusiones infructuosas con Tania, los servicios sociales intervinieron y le quitaron la custodia de los niños. Darren decidió luchar por la custodia de Becky y Dani, a pesar de las complicaciones legales que implicaba no ser el padre legal de Becky. Después de un proceso largo y difícil, logró que ambos vivieran con él y Angie de forma permanente. A pesar de las tensiones iniciales, Becky desarrolló una relación estrecha con Angie, quien siempre trató de ser un apoyo para ella. Becky creció con inseguridades que se vieron exacerbadas cuando, durante una discusión, Nathan le reveló de manera cruel que Angie no era su madre biológica. Este descubrimiento la afectó profundamente y combinado con el acoso escolar que sufrió en su adolescencia, la llevó a desarrollar anorexia. Su familia trabajó incansablemente para apoyarla en su recuperación, ayudándola a ganar peso y trasladándola a un colegio especializado que le permitiera seguir su ritmo mientras recuperaba su salud. A pesar de los desafíos, Becky estaba mejorando. Su padre y Angie la veían más feliz y confiada. Por eso, su desaparición dejó a la familia sumida en la angustia. Lo que al principio parecía una simple salida que se alargó demasiado pronto se convirtió en un misterio, y luego en una tragedia que conmocionó a toda una comunidad. La desaparición de Becky marcó un antes y un después en la vida de su familia, que nunca dejó de luchar por justicia para su hija. Becky creció siendo una niña insegura, marcada por los complejos y las revelaciones dolorosas. Durante años, pensó que Angie, la esposa de su padre Darren, era su madre biológica. Sin embargo, todo cambió de forma abrupta cuando Nathan, su hermanastro mayor, lo desveló sin tacto alguno durante una discusión. Mientras Nathan y Dani debatían sobre cuál de sus madres «molaba más», Becky intervino, diciendo que ambos compartían la misma madre. Fue entonces cuando Nathan, once años mayor que Becky, le soltó que Angie no era su madre, que su verdadera madre había perdido la custodia. Aquella revelación, realizada sin sensibilidad, dejó a Becky emocionalmente afectada. Con el tiempo, su inseguridad creció, alimentada por el acoso que comenzó a sufrir en la escuela a los 11 años. Sus compañeros se burlaban de su aspecto y su forma de vestir, comentarios que Becky llevó muy dentro. Como consecuencia, comenzó a sentirse gorda e insuficiente. Decidida a cambiar, se obsesionó con las dietas y el ejercicio físico, pero este camino la llevó a desarrollar problemas alimentarios. A los 12 años, fue diagnosticada con anorexia, una enfermedad que alteró la dinámica familiar. Becky se enfrentaba a constantes peleas con sus padres, quienes intentaban que terminara sus comidas, mientras ella luchaba contra sus propios demonios internos. La enfermedad debilitó a Becky hasta el punto de que algunos días no podía siquiera asistir al colegio. Tras el diagnóstico, decidió que quería recuperarse, aunque el proceso fue complicado. Mientras en casa sentía el apoyo y el cariño de su familia, fuera de ella el rechazo y las burlas persistían. Becky y su familia llegaron a un acuerdo: ganar peso de manera gradual para evitar la hospitalización. Como parte de su tratamiento, fue trasladada a un colegio especializado en niños con problemas médicos, donde podía avanzar a su propio ritmo. Poco a poco, Becky comenzó a ganar peso y a recuperar algo de normalidad en su vida. La familia parecía retomar cierta estabilidad, aunque las tensiones seguían presentes. Durante ese tiempo, Dani, el hermano de Becky, decidió irse a vivir con su madre biológica, pero mantenía buena relación con Darren y Angie. Mientras tanto, Nathan, su hermanastro, persistía en su actitud crítica y hiriente hacia Becky, algo que Darren y Angie intentaron frenar en varias ocasiones. A pesar de sus esfuerzos, parecía que Nathan encontraba placer en molestarla y hacerla sentir mal. La situación se complicó más cuando Nathan comenzó una relación con una chica llamada Shauna. Un día, Nathan decidió presentarla en casa, lo que causó una gran inquietud en Darren, quien creía que la joven no tenía más de 14 años. Aunque Nathan aseguraba que Shauna tenía 19, Darren no estaba convencido. Molesto por el comportamiento de Nathan, le exigió que trajera una partida de nacimiento para demostrarlo antes de permitirles cenar juntos en familia. Dos años después, Nathan regresó con la documentación. En ese momento, él tenía 22 años y Shauna, 16 recién cumplidos. Aunque lo que hacían ya no era ilegal, Darren no podía evitar sentirse incómodo. A pesar de esto, Nathan siguió adelante con su relación, y Becky, buscando agradar a la novia de su hermanastro, intentó acercarse a ella. Sin embargo, Shauna siempre la trató con frialdad y desprecio, lo que afectó aún más la autoestima de Becky. En medio de estas tensiones, la familia recibió otro golpe inesperado: Angie fue diagnosticada con esclerosis múltiple. Su enfermedad se manifestó de manera repentina, comenzando con la pérdida total de visión de la noche a la mañana. Aunque recuperó la vista semanas después, pronto perdió la movilidad en las piernas, lo que confirmó el diagnóstico. Esta nueva dificultad añadió más presión a una familia que ya enfrentaba desafíos constantes. Becky a sus 16 años parecía haber encontrado algo de estabilidad en su vida tras un periodo complicado. Sin embargo, hacía pocos meses había enfrentado un episodio que la desestabilizó nuevamente: un chico con quien había intercambiado fotos privadas la amenazó con difundirlas. Aunque finalmente no cumplió su amenaza, Becky volvió a caer en una espiral de inseguridad y problemas alimentarios. Sus amigas, siempre incondicionales, la apoyaron, y poco a poco comenzó a recuperar el ánimo. Empezó una relación con Luke, que parecía ir bien, mientras en casa la salud de Angie, su madrastra, continuaba deteriorándose debido a la esclerosis múltiple. La enfermedad de Angie había llegado a un punto crítico; ya no podía valerse por sí misma y necesitaba ayuda constante. Shauna, la pareja de Nathan, hermanastro de Becky, asumió el papel de cuidadora, pasando la mayor parte del tiempo en la casa junto con su bebé. Esta dinámica hizo que Becky, acostumbrada a la rutina familiar, se sintiera incómoda en su propio hogar. La noche antes de su desaparición, Becky había pasado el tiempo en casa de una amiga. Regresó la mañana del jueves 19 de febrero de 2015, cuando su padre, Darren, ya se encontraba en el trabajo. Angie, quien debía salir para una cita médica, la vio brevemente antes de marcharse y se despidió de ella. Esa sería la última vez que alguien en casa aseguró haberla visto. Más tarde, Nathan y Shauna, que estaban en casa con su bebé, dijeron no haber notado nada extraño. Afirmaron no haber visto a Becky salir ni escuchado la puerta. Cuando Darren regresó del trabajo y Becky no estaba, no se alarmó; pensó que probablemente se había quedado con alguna amiga, como había hecho la noche anterior. Incluso Luke, el novio de Becky, pasó por la casa más tarde para preguntar por ella, ya que no se había presentado a su cita. Preocupado, dejó un mensaje en su contestador. Aun así, todos asumieron que Becky regresaría al día siguiente. Esa noche, Nathan y Shauna se marcharon a su casa. Darren y Angie no se inquietaron demasiado cuando Becky no apareció para cenar, pensando que estaba disfrutando de sus vacaciones de fin de trimestre. Era común que Becky se quedara con sus amigas durante ese periodo de descanso. El viernes 20 de febrero, Darren se levantó para ir a trabajar y Becky seguía sin regresar. Esto le pareció normal si había pasado la noche fuera. Sin embargo, alrededor del mediodía, Angie lo llamó desde casa, preocupada porque los amigos de Becky, incluidas sus mejores amigas y Luke, habían ido a buscarla. Ninguno de ellos había recibido noticias suyas desde el día anterior, y su teléfono seguía apagado. Becky tampoco había actualizado sus redes sociales, algo muy inusual en ella. Esa falta de comunicación, tanto con su familia como con sus amigos, encendió las alarmas. Darren llamó a la policía para reportar la desaparición de Becky. A las 4 de la tarde, los agentes llegaron a la casa de la familia y comenzaron su investigación. Nadie sabía dónde había ido Becky al salir de casa el jueves por la mañana. No se había encontrado con ninguna amiga, ni tampoco se presentó a su cita con Luke. Al revisar su habitación, los investigadores notaron la ausencia de su ordenador, su iPad y su teléfono móvil. Sin embargo, Becky no había llevado ropa, cepillo de dientes, ni su neceser de maquillaje, objetos esenciales para alguien tan cuidadosa con su aspecto como ella. Esto hacía que la hipótesis de que simplemente se había marchado a casa de una amiga resultara poco convincente. Lo más inquietante era que nadie parecía haberla visto el día 19 fuera de su casa. Su desaparición no solo dejó perpleja a su familia, sino que también despertó la inquietud de toda la comunidad. Las preguntas se acumulaban, y las respuestas no llegaban: ¿dónde estaba Becky? ¿Y por qué nadie sabía nada de ella? A partir de ese momento, la policía toma declaración al padre de Becky, Darren, a su esposa Angie y a Dani, el hermano de Becky, quien vive desde hace un tiempo en casa de su madre. Ninguno de ellos cree que Becky haya desaparecido por voluntad propia. Coinciden en que no sería propio de ella, ya que no tenía problemas en casa ni con ellos. Tania, la madre de Becky, destaca lo extraño que resulta que Becky desapareciera precisamente el 19 de febrero, día del cumpleaños de Dani. Además, menciona que no había visto a su hija en al menos tres semanas. El 23 de febrero, cuando Becky lleva cuatro días desaparecida, la familia lanza una campaña en redes sociales, principalmente en Twitter, con el hashtag #FindBecky (Encontrad a Becky), logrando alcanzar a dos millones de personas. Darren y la abuela materna, Pat, ofrecen una rueda de prensa pidiendo ayuda a los medios de comunicación. Difunden imágenes y videos de Becky, dirigiéndose directamente a ella para transmitirle que no habrá consecuencias negativas si regresa, asegurándole que solo quieren que vuelva a casa. Incluso Pat le dice que si lo prefiere, puede quedarse en su casa el tiempo que necesite. La familia también se dirige a cualquier amigo o amiga que pudiera estar ayudando a Becky a ocultarse, pidiéndoles que reflexionen y se comuniquen para informar sobre su paradero. Aunque desean creer que Becky se marchó voluntariamente, les resulta difícil aceptar esa posibilidad. Aseguran que no había tensiones en casa, prohibiciones o castigos. Por ello, empiezan a temer que alguien le haya hecho daño. La preocupación de que Becky pudiera haber sido víctima de violencia sexual también surge, especulando que tal vez se encontró con alguien que le hizo daño. En medio de la campaña en redes sociales, Darren lanza un mensaje contundente en Facebook dirigido a padres, instándolos a observar cuidadosamente a sus hijos y sus pertenencias, mencionando que incluso un rastro de sangre en una prenda podría ser relevante. Aunque luego se disculpa por sus palabras, explica que fueron motivadas por la desesperación de no saber nada sobre Becky tras días de búsqueda. Darren insiste en que su hija no habría huido por voluntad propia, describiéndola como una persona extremadamente tímida. La policía, sin embargo, sigue sin pistas claras. Nadie vio a Becky el día 19 ni después. Se realizaron búsquedas en parques, jardines, estanques y bosques cercanos sin resultados. Las investigaciones se centran en las últimas personas que vieron a Becky: Shauna y Nathan, quienes estaban en casa con ella ese día. Según ellos, solo escucharon la puerta al cerrarse y no saben con quién se fue. El 27 de febrero, la policía amplía las búsquedas a lugares más distantes, como parques urbanos, reservas naturales, muelles y lagos. Paralelamente, investigan un vehículo Opel Zafira negro que testigos afirman haber visto en la zona en los días cercanos a la desaparición. Aunque logran obtener la matrícula, esta información no conduce a nuevas pistas. El 28 de febrero, Angie recibe una llamada que la deja devastada: Nathan y Shauna han sido detenidos en relación con la desaparición de Becky. Darren informa a los medios sobre las detenciones, aunque evita entrar en detalles. Mientras mantiene la esperanza de que Becky esté viva, admite que también se están preparando para lo peor. Nathan, hermanastro de Becky de 27 años, y Shauna, de 21, fueron las últimas personas en declarar y quienes mostraron más resistencia al hacerlo. Ambos afirmaron haber estado en casa con el bebé mientras Angie, quien padece esclerosis múltiple, descansaba. Nathan asegura que su coche estuvo aparcado todo el día en la entrada de la casa y que no notaron nada inusual. Sin embargo, sus declaraciones, pese a ser cronológicamente detalladas, levantan sospechas en los investigadores, quienes las interpretan como preparadas de antemano. El comportamiento de ambos también resulta extraño. Nathan muestra una actitud fría durante el interrogatorio, incluso expresando que no tenía buena relación con Becky porque según él, ella no trataba bien a su madre. Por su parte, Shauna sonríe constantemente, llegando a reírse en algunos momentos, lo que desconcierta aún más a los investigadores. Aunque la policía no les cree, aún no tiene pruebas contundentes en su contra. Las búsquedas continúan, con equipos revisando bosques, parques y otras localizaciones mientras un helicóptero sobrevuela zonas donde podría haberse arrojado un cuerpo. La investigación sigue abierta, con la familia de Becky colaborando activamente en las labores de búsqueda, pero hasta el momento, el paradero de la joven sigue siendo un misterio. La investigación lleva a la policía nuevamente a la casa de Becky, esta vez acompañados por un equipo de criminalistas. Durante la inspección, descubren rastros de sangre en la puerta de la habitación de Becky, específicamente en el marco y en varios puntos del suelo, a distintas alturas. Aunque la sangre no es visible a simple vista debido a que ha sido limpiada, el uso de luminol permite detectarla. En una de las manchas iluminadas, los investigadores encuentran una huella dactilar claramente marcada sobre la sangre, lo que indica que fue dejada después de que esta se derramara. A primera vista, todo parece limpio, pero el análisis revela que las manchas de sangre no son producto de un accidente. La disposición y las salpicaduras sugieren que se produjo un ataque violento en ese lugar. Para confirmar si la sangre pertenece a Becky, obtienen una muestra de ADN de su cepillo de dientes y verifican que coincide. Sin embargo, la huella dactilar hallada no es de Becky, sino de su hermanastro Nathan, lo que lleva a la policía a proceder con su detención. Han pasado nueve días desde la desaparición de Becky y la incertidumbre sobre su destino sigue presente. Aunque no tienen la certeza de si está viva o muerta, la evidencia apunta a que algo terrible ocurrió. Nathan, al ser detenido, niega cualquier relación con la desaparición de su hermanastra. La policía le informa que cuentan con pruebas en su contra, aunque no le detallan cuáles. Pese a ello, él mantiene su versión y niega su implicación. Mientras tanto, los investigadores registran la vivienda de Nathan y Shauna. La casa se encuentra en un estado deplorable: sucia, desordenada y llena de trastos y cajas por todas partes, evocando un claro desorden acumulativo similar al síndrome de Diógenes. Este escenario contrasta con la limpieza anormal de la bañera, que destaca por ser el único elemento reluciente en todo el lugar. Este hallazgo refuerza las sospechas de los agentes de que Becky pudo haber sido atacada y su cuerpo manipulado en esa misma casa. Durante la primera inspección visual, la policía busca cualquier señal de Becky, realizando un barrido rápido por la casa. El desorden es generalizado: bolsas y cajas están esparcidas por el suelo en todas las habitaciones, y la suciedad cubre casi cada rincón. Sin embargo, un detalle llama la atención en el baño: la bañera está impecable, brillando en contraste con el resto del lugar. Esta limpieza inusual resulta sospechosa, por lo que aplican luminol y luz azul, revelando que hubo una gran cantidad de sangre en la bañera. A partir de este descubrimiento, las esperanzas de que Becky siga con vida se desvanecen. La inspección a fondo de la vivienda continúa, revisando cada rincón repleto de objetos acumulados. En su búsqueda, encuentran dos pistolas eléctricas y en el comedor, varios recibos de compra fechados el 20 de febrero, un día después de la desaparición de Becky. Los artículos adquiridos incluyen gafas de protección, guantes y una sierra circular, lo que lleva a la policía a sospechar que Becky fue descuartizada en esa misma bañera. Nathan sigue negando su implicación en la desaparición de su hermanastra. A pesar de las pruebas acumuladas, insiste en que no tiene nada que ver con los hechos. Para el 1 de marzo, los investigadores le informan de que cuentan con más evidencias que en los días previos, pero él persiste en su negación. Mientras tanto, aún no se confirma si los restos de sangre hallados en la bañera pertenecen a Becky, por lo que la policía continúa reteniéndolo, esperando que confiese o que aparezcan pruebas concluyentes. El 2 de marzo, cuando está por expirar el plazo máximo para mantener detenidos a Nathan y Shauna sin presentar cargos formales, un juez concede a los investigadores 36 horas adicionales para continuar interrogándolos. Durante este tiempo, Nathan redacta una confesión en la que afirma que estaba cansado del comportamiento de Becky hacia Angie. Es importante señalar que esta acusación no está respaldada por nadie más; por el contrario, familiares y conocidos coinciden en que la relación entre Becky y Angie era excelente, considerándose mutuamente madre e hija. A pesar de esta falta de fundamento, Nathan sostiene en su confesión que estaba harto del supuesto mal trato de Becky, una adolescente 11 años menor que él. Según su relato, decidió «darle un escarmiento», iniciando así un plan que derivaría en el trágico desenlace de la joven. En su confesión, explica que planeaba secuestrar a Becky y llevarla a un bosque para exigirle que cambiara su actitud en casa. Detalla que se puso una máscara para que ella no lo reconociera y entró en su habitación con la intención de llevársela por la fuerza. Había llevado consigo una gran bolsa en la que planeaba meterla, unas esposas y una pistola eléctrica. Según su relato, Becky logró quitarle la máscara y descubrió que era él. En ese momento, él perdió el control, se puso nervioso y le tapó la boca con la mano, causando su asfixia. También menciona que todo esto ocurrió mientras Shona había salido al jardín a fumar, por lo que no presenció nada. Posteriormente, sin que Shona lo notara, escondió el cuerpo de Becky en el maletero de su coche, que estuvo aparcado durante todo el día en el camino de acceso a la casa. Tras firmar la confesión, los agentes la leyeron en voz alta, pero él se negó a escucharla, se tapó los oídos con las manos y escondió la cabeza debajo de la mesa. Finalmente, fue detenido por homicidio. Los agentes informaron a Shona, quien, según ellos, no mostró ninguna reacción. Al día siguiente, cuando le preguntaron si estaba al tanto de lo ocurrido, Shona afirmó que no sabía nada hasta que la policía se lo comunicó. Después de entregar la confesión, lograron que Nathan revelara dónde había escondido el cuerpo. Nathan confiesa que el cuerpo de Becky se encuentra en la caseta del jardín de un amigo suyo, cerca de su casa. El 3 de marzo, la policía localiza el cuerpo desmembrado de Becky, envuelto en bolsas de plástico y guardado en varias cajas y maletas dentro del cobertizo señalado por Nathan. Para el padre de Becky y su esposa, el descubrimiento es devastador en dos niveles: no solo confirman que Becky ha sido asesinada, sino que el responsable es el hijo de la mujer que la crió como a una hija. Aunque Nathan no era su hermano biológico, siempre habían sido tratados como si fueran parte de la misma familia. Tras el hallazgo, la policía detiene a cinco personas más. Una de ellas es liberada en pocas horas sin cargos, pero las otras cuatro son acusadas de colaborar con un delincuente. Entre los detenidos están el amigo de Nathan y la novia de este, quienes vivían en la casa donde se encontró el cuerpo. A pesar de la confesión de Nathan, la policía duda de que su versión sea completamente verídica, pero de momento es suficiente para acusarlo formalmente. En cuanto a Shona, la policía no tiene claro cuál fue su papel en los hechos. Aunque no creen que sea inocente, por ahora solo pueden acusarla de pervertir el curso de la justicia, es decir, de mentir en sus declaraciones. En las semanas siguientes, la investigación se centra en la casa de Nathan y Shona, así como en sus dispositivos electrónicos. Durante esta etapa, los investigadores descubren indicios perturbadores que les llevan a pensar que el motivo del secuestro y asesinato de Becky podría haber sido de índole sexual. No se trató de celos ni de un mero conflicto personal; las evidencias apuntan a que tanto Nathan como Shona fantaseaban con mantener relaciones sexuales con una joven de apariencia colegial. Este giro en la investigación profundiza aún más el horror del caso. A Nathan le gustan las adolescentes como Becky, bajitas y delgaditas. Le gustan las violaciones y los secuestros y tiene vídeos porno descargados en su ordenador con pseudo colegialas y chicas a las que en la ficción pornográfica son violadas. Los investigadores lo saben no solo por los vídeos que tienen descargados sino por el historial de búsquedas en internet. También se encontraron videos en su ordenador, algunos de ellos de carácter amateur, que aparentan ser grabaciones de delitos reales. Tiene vídeos de violaciones a chicas a las que están tapando la boca que parece que es lo que intentaban hacer con con Becky. Podría parecer que se trata únicamente de un asunto relacionado con Nathan, pero en el teléfono de Shona también se encontraron registros de visitas a páginas con contenido similar. Asimismo, la policía logró recuperar una serie de mensajes eliminados entre ella y Nathan, los cuales resultaron ser clave en el desarrollo de la investigación. En estos mensajes hablan en diversas ocasiones sobre tener sexo con adolescentes. En uno de ellos, Shona bromea con tener un trío con una colegiala y le dice a Nathan que le lleve un par de colegialas. Y en otro, ella es la que propone que secuestren una colegiala y la escondan en su desván para usarla como esclava sexual. No siempre eran bromas las que iniciaban los intercambios. Es importante aclarar que Shona participaba activamente en estas dinámicas, siendo frecuentemente quien sacaba los temas y comenzaba las conversaciones. Incluso, ambos compartían fotos para mostrar al otro las chicas que les gustaban. La autopsia de Becky no logró determinar con certeza la causa exacta de su muerte, pero las autoridades concluyen que probablemente fue asfixiada. Las pruebas sugieren que le taparon la boca hasta que falleció, ya que presentaba hematomas en el rostro. Sin embargo, estas lesiones también podrían haber sido causadas por un ataque o forcejeo previo. Lo que resulta aún más perturbador es que Becky tenía 15 puñaladas en el abdomen, infligidas después de su muerte. En el juicio, Nathan declaró que realizó estas heridas para simular que Becky había muerto desangrada antes de ser desmembrada en la bañera. Además, presentaba lesiones faciales compatibles con el uso de un destornillador. Nada en esta escena apunta a una broma pesada que salió mal; por el contrario, tanto la fiscalía como los investigadores consideran que se trató de un crimen premeditado y planificado, aunque su ejecución no salió como lo habían planeado. La hipótesis principal de los investigadores es que el objetivo era secuestrar a Becky para mantenerla como esclava sexual en el desván. También se encontraron pruebas que implican a Shona en este plan: su ADN apareció en las gafas de protección utilizadas durante el desmembramiento del cuerpo con una sierra circular. Esto refuerza la teoría de que como mínimo, Shona colaboró en la tarea de descuartizar el cadáver. El juicio comenzó el 6 de octubre de 2015. La acusación argumentó que el crimen era parte de un intento de secuestro con una motivación sexual. Según las conclusiones, Becky fue asfixiada en su habitación y luego su cuerpo fue trasladado al maletero de un coche estacionado cerca de la casa, mientras su familia en el interior intentaba averiguar su paradero. El 11 de noviembre de 2015, tras una deliberación de apenas tres horas y media, el jurado declaró a Nathan culpable de asesinato y a Shona culpable de manslaughter, una figura jurídica del derecho británico que no tiene un equivalente exacto en España. Esta categoría se encuentra entre el homicidio involuntario y el voluntario, e implica causar daño con intención, pero sin el objetivo explícito de matar. Ambos también fueron encontrados culpables de complot para secuestrar. La sentencia se dictó unos días después. Nathan fue condenado a cadena perpetua, con un mínimo de 33 años antes de poder solicitar libertad condicional. Shona, por su parte, recibió una condena de 17 años, pero sin un mínimo obligatorio de cumplimiento, lo que significa que podría ser liberada tras cumplir una fracción de su pena, según lo establecido por la legislación británica. En cuanto a los otros cuatro acusados, dos fueron absueltos. No obstante, el propietario de la casa donde se ocultó el cadáver y su pareja fueron condenados como cómplices por encubrimiento. Ambos admitieron haber sospechado que los bultos que almacenaron contenían algo ilegal, aunque afirmaron no saber que se trataba de un cadáver. Por ocultarlo, recibieron 10.000 libras. Nathan fue sentenciado a dos años de prisión, mientras que la mujer recibió una condena de 16 meses. Tras todo esto, los padres de Nathan, Darren y Angie, permanecieron juntos. Angie siente un profundo rechazo, junto con rabia y tristeza, por lo que su hijo hizo a Becky, a quien quería como a una hija. Sin embargo, no puede dejar de querer a Nathan. Así concluye la trágica historia de Becky Watts.
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  • ️ ▷ El caso de Natalee Holloway (Aruba 2005)
    En la mañana del lunes 30 de mayo de 2005 un grupo de estudiantes del instituto Mountain Brook se encontraba en el Aeropuerto Internacional Reina Beatrix, en Aruba. Pronto abordarían el avión de regreso a su hogar en Estados Unidos, marcando el fin de su viaje de graduación. Sin embargo, aquella soñada aventura no terminaría como habían planeado. Al grupo le faltaba una de sus integrantes: Natalee Holloway, de 17 años. Aunque llevaban varias horas sin saber de ella, recordaban con claridad la última vez que la habían visto: alrededor de la 1:30 de ese mismo día. Sus compañeros de clase la habían observado subiendo a un auto junto a Joran van der Sloot, un estudiante neerlandés de 17 años que vivía en Aruba y había conocido al grupo de turistas días antes. Los recién graduados esperaron a Natalee hasta el último momento, pero la voz de la megafonía del aeropuerto rompió el silencio: era el último aviso de embarque. En breve, el avión partiría hacia Estados Unidos. Este es el caso de Natalee Holloway, una historia donde la línea entre la verdad y la mentira es difícil de trazar. Buenas noches y bienvenidos a Laberinto Criminal. A pesar de formar parte del Reino de los Países Bajos, Aruba está muy lejos de Europa. Esta isla, famosa por su arena blanca y aguas cristalinas, se encuentra en el corazón del Caribe holandés. Por su cálida temperatura y paisajes idílicos, se ha convertido en un destino turístico ideal desde hace décadas. Así fue también para Natalee Holloway y sus compañeros del instituto Mountain Brook High School en 2005. Natalee nació el 21 de octubre de 1986 en Mississippi, Estados Unidos. Pocos días antes de llegar a Aruba, se había graduado con honores de su escuela secundaria. Su paso por el instituto no pasó desapercibido: era miembro de la Sociedad Nacional de Honor, del equipo de baile y participaba en otras actividades extracurriculares. Su objetivo era claro: estudiar una carrera universitaria. De hecho, había conseguido una beca completa en la Universidad de Alabama para estudiar Medicina. Sin embargo, su paso por Aruba cambiaría todo. En aquel rincón del Caribe, el destino la cruzó con Joran van der Sloot, un joven de 18 años que marcaría el final de sus sueños. Joran nació en los Países Bajos, pero a los tres años su familia se mudó a Aruba. Sus padres, Paulus y Anita, soñaban con brindarle a él y a sus hermanos la mejor educación. Joran destacó en los deportes, especialmente en fútbol y tenis, llegando a ganar campeonatos. También fue un estudiante destacado, pero su adolescencia estuvo marcada por la rebeldía. Pasaba noches fuera de casa y disfrutaba de la vida nocturna de Aruba. Natalee y sus compañeros viajaron con un grupo de adultos responsables, pero solo contaban con un seguimiento ocasional y no una supervisión estricta en sus salidas nocturnas. Esto les permitió disfrutar de las fiestas y de las playas durante toda una semana. En ese tiempo conocieron a Joran, descrito como un joven carismático, y a los hermanos Deepak y Satish Kalpoe, de 21 y 18 años, originarios de Surinam. Juntos, compartieron noches de baile y diversión. El domingo 29 de mayo de 2005, la última noche del viaje, Natalee y sus amigos decidieron despedirse de su etapa escolar con una gran fiesta. Salieron del hotel Holiday Inn y se dirigieron al club nocturno Carlos ‘n Charlie’s, popular entre locales y turistas. Allí, se reencontraron con Joran y los hermanos Kalpoe, con quienes compartieron gran parte de la noche. Al llegar la madrugada, las amigas de Natalee sugirieron volver al hotel, pero ella insistió en quedarse un poco más. Joran se ofreció a llevarla más tarde, y Natalee aceptó, despidiéndose de sus compañeras. Subió a un auto junto a los tres jóvenes, siendo vista por última vez alrededor de la 1:30. A la mañana siguiente, el grupo desayunó y se dispuso a hacer el equipaje para regresar a Estados Unidos. Sin embargo, las amigas de Natalee notaron con preocupación su ausencia: su cama seguía intacta y su bolso permanecía a medio hacer. Alarmadas, acudieron a la recepción donde confirmaron que ella no había regresado. La esperaron hasta el último momento, pero finalmente el avión despegó sin ella. Al llegar a Estados Unidos, notificaron a Beth Holloway, la madre de Natalee, quien supo de inmediato que algo estaba mal. Conociendo el carácter de su hija, descartó que pudiera haberse ausentado voluntariamente. Un oscuro presentimiento invadió su corazón: Natalee había sido secuestrada o asesinada. Beth y el padrastro de Natalee viajaron de inmediato a Aruba. Al llegar, acudieron a la policía, pero las autoridades locales minimizaron la situación, asegurando que la joven seguramente regresaría por su cuenta. Desesperados por la falta de acción, los padres de Natalee comenzaron a investigar por su cuenta. En el hotel, recogieron el equipaje y pasaporte de su hija y obtuvieron el nombre completo de Joran, el último en verla. Tras 48 horas sin noticias, la policía clasificó el caso como una desaparición y lanzó un operativo de búsqueda. Cincuenta marinos neerlandeses rastrearon la costa, mientras empleados públicos y voluntarios se sumaron al esfuerzo. Los bancos locales recaudaron 20.000 dólares para la causa. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos colectivos, el paradero de Natalee seguía siendo un misterio. No se encontraron rastros de Natalee Holloway después de que su madre, Beth, proporcionara a las autoridades el nombre de Joran van der Sloot. La policía acudió a su apartamento, donde encontraron al joven junto a los hermanos Kalpoe, Deepak y Satish. A partir de ese momento, la investigación quedó sumida en un clima de confusión y versiones contradictorias. En una primera declaración, Joran afirmó que la madrugada del 30 de mayo, él y los hermanos Kalpoe habían llevado a Natalee a la playa y alrededor de las 2, la dejaron en su hotel. Aseguró haberla visto entrar sola. Sin embargo, las cámaras de seguridad desmintieron su relato: no había registros de la joven ingresando al lobby. En una segunda versión, Joran insistió en que habían llevado a Natalee a la playa, pero esta vez afirmó que ella estaba demasiado borracha y decidió quedarse sola allí. Nuevamente, su relato fue desmentido, esta vez por pescadores que se encontraban en la zona y que aseguraron no haber visto a nadie en esas condiciones. El 5 de junio de 2005, dos exguardias de seguridad del hotel, Anthony John y Abraham Jones, fueron arrestados después de que los hermanos Kalpoe dieran descripciones que los involucraban. Según los Kalpoe, tras dejar a Natalee en el hotel, vieron a dos hombres con uniformes de guardia de seguridad acercarse a ella. Sin embargo, ambos detenidos fueron liberados una semana después por falta de pruebas. Días antes de esta liberación, Joran y los hermanos Kalpoe fueron arrestados como principales sospechosos de la desaparición de Natalee. Poco después, un DJ llamado Steve Gregory Croes, de 26 años, también fue detenido, seguido por Paulus van der Sloot, el padre de Joran, un abogado que aspiraba a ser juez. Según The New York Times, todos ellos fueron considerados sospechosos, aunque nunca se hicieron públicos los motivos concretos de sus arrestos. Para septiembre de 2005, todos habían sido liberados debido a la falta de pruebas. Durante dos años, no hubo avances significativos en el caso. En noviembre de 2007, Joran fue arrestado nuevamente en los Países Bajos a petición de las autoridades de Aruba, bajo la sospecha de estar involucrado en el homicidio de Natalee. Sin embargo, fue liberado un mes después por falta de pruebas concluyentes, y en diciembre de ese año, los cargos fueron retirados. La ausencia de evidencias físicas, las múltiples versiones de los hechos y la limitada capacidad forense de Aruba llevaron el caso a un callejón sin salida. En febrero de 2008, un programa de televisión holandés transmitió una supuesta confesión de Joran captada con una cámara oculta por Patrick van der Eem, un empresario que trabajaba de encubierto para un periodista. En el video, Joran afirmó que Natalee había muerto por una sobredosis y que había arrojado su cuerpo al mar. Aunque esto llevó a las autoridades de Aruba a reabrir el caso, no pudieron corroborar la confesión y Joran fue liberado nuevamente. Más tarde, Joran afirmó que había mentido a Patrick, diciéndole lo que quería escuchar. Ese mismo año, apareció en el programa de Fox News, conducido por Greta Van Susteren, donde aseguró que había vendido a Natalee a una red de tráfico humano. Sin embargo, horas después, envió un correo al programa admitiendo que había mentido. En 2010, en otra entrevista para RTL5, Joran afirmó que Natalee había muerto al caer de un balcón tras consumir sustancias en la casa de un amigo. Antes de que esta declaración saliera al aire, las autoridades investigaron y desmintieron sus afirmaciones. Era evidente que independientemente de su responsabilidad en el caso, Joran disfrutaba de la atención mediática. El 30 de mayo de 2010, cinco años después de la desaparición de Natalee, Stephanie Flores Ramírez, una joven peruana de 21 años, fue reportada como desaparecida en Lima, Perú. Al igual que con Natalee, Stephanie fue vista por última vez en compañía de Joran. Esta vez, sin embargo, hubo una diferencia crucial: Stephanie fue encontrada muerta en una habitación de hotel registrada a nombre de Joran. Su cuerpo presentaba signos de haber sido brutalmente golpeado. Joran fue arrestado en Chile el 3 de junio de 2010 y extraditado a Perú. Durante el interrogatorio, confesó haber asesinado a Stephanie tras un ataque de ira, al descubrir que ella había revisado su computadora y encontrado información sobre el caso de Natalee. En enero de 2012, Joran fue sentenciado a 28 años de prisión por el asesinato de Stephanie. En paralelo a su condena en Perú, Joran enfrentó cargos de extorsión y fraude bancario en Estados Unidos. En 2010, antes del asesinato de Stephanie, Joran había intentado extorsionar a Beth Holloway, ofreciéndole información sobre el paradero de Natalee a cambio de 250.000 dólares. El FBI organizó una operación encubierta en la que Joran recibió un pago inicial de 25.000 dólares, pero no proporcionó información válida. Fue acusado formalmente en julio de 2010. En 2023, Joran fue extraditado temporalmente a Estados Unidos desde Perú para enfrentar estos cargos. Durante el juicio, como parte de un acuerdo de culpabilidad, Joran confesó lo que según él, ocurrió aquella noche de 2005 en Aruba. Aseguró que tras rechazar sus insinuaciones, golpeó a Natalee y la arrastró inconsciente hasta la playa, donde arrojó su cuerpo al mar. No implicó a los hermanos Kalpoe en el hecho. Finalmente, Joran fue sentenciado a 20 años de prisión por extorsión y fraude, una condena que cumplirá después de su sentencia en Perú. Aunque Joran nunca enfrentará un juicio por el asesinato de Natalee debido a la prescripción del caso en Aruba y la falta de jurisdicción, su confesión puso fin a 18 años de incertidumbre. Beth Holloway declaró que aunque el cuerpo de su hija nunca fue encontrado la familia finalmente tiene un cierre. Para ellos, Joran van der Sloot dejó de ser un sospechoso para convertirse en el asesino confeso de Natalee Holloway.
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  • ️ ▷ Emanuela Orlandi: Corrupción y Conspiración en el Corazón del Vaticano - Episodio exclusivo para mecenas
    Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! El caso de Emanuela Orlandi, una joven de 15 años nacida y criada en el corazón del Vaticano, es uno de los enigmas más oscuros y perturbadores de la historia reciente. El 22 de junio de 1983, Emanuela salió de su casa para asistir a su clase de música en Roma, como lo hacía habitualmente. Aquel día, sin embargo, algo fue diferente. Llegó tarde a clase, estuvo distraída durante la lección y pidió salir antes, un comportamiento inusual en una joven conocida por su responsabilidad. Después de la clase, Emanuela llamó a su casa desde una cabina telefónica para contarle a su hermana Federica sobre una oferta laboral que había recibido de un hombre que le prometía una considerable suma de dinero por repartir folletos de cosméticos Avon. Aunque entusiasmada, Emanuela dijo que quería consultar con sus padres antes de aceptar. Esa fue la última vez que alguien de su familia supo de ella. Testigos posteriores afirmaron haberla visto hablando con un hombre cerca del Palazzo Madama, sede del Senado italiano, quien conducía un BMW verde metalizado. A pesar de los esfuerzos iniciales, el hombre nunca fue identificado y la pista se desvaneció. Mientras tanto, la familia Orlandi comenzó una desesperada búsqueda, enfrentándose a una inacción inicial por parte de la policía que desestimó la desaparición como un caso común de adolescente. A medida que pasaron los días, el caso atrajo la atención mediática, generando una avalancha de teorías conspirativas que involucraban al Vaticano, la mafia, servicios secretos internacionales y figuras clave de la época. Desde entonces, la desaparición de Emanuela Orlandi ha estado rodeada de silencio, contradicciones y especulaciones. Décadas después, el misterio sigue sin resolverse. La familia Orlandi, incansable en su búsqueda de respuestas, continúa exigiendo justicia y transparencia en un caso que, más de 40 años después, sigue siendo una mancha imborrable para el Vaticano y un dolor constante para quienes conocieron y amaron a Emanuela.Escucha este episodio completo y accede a todo el contenido exclusivo de Laberinto Criminal. Descubre antes que nadie los nuevos episodios, y participa en la comunidad exclusiva de oyentes en https://go.ivoox.com/sq/2326979
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  • ️ ▷ Episodio 2/2. El caso de Yara Gambirasio - Episodio exclusivo para mecenas
    Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! El caso de Yara Gambirasio es uno de los episodios más sombríos y conmovedores en la historia criminal de Italia. Yara, una joven de 13 años, desapareció la tarde del 26 de noviembre de 2010 en Brembate di Sopra, un pequeño pueblo en la provincia de Bérgamo. La niña salió de su casa para devolver un radiocasete a su entrenadora en el gimnasio donde practicaba gimnasia rítmica, pero nunca regresó. A medida que avanzaba la noche y se hacía evidente su ausencia, comenzó una búsqueda frenética que involucró a su familia, amigos, y luego a toda la comunidad. La desaparición de Yara conmocionó a Italia, y pronto las autoridades iniciaron una investigación masiva encabezada por la fiscal Letizia Rugeri. Las primeras horas y días fueron cruciales, con un despliegue de fuerzas policiales, voluntarios y perros rastreadores que peinaron el área. La búsqueda se extendió sin descanso, pero durante tres largos meses no hubo rastro de Yara. Fue hasta el 26 de febrero de 2011 cuando un aficionado que volaba un avión teledirigido en un campo cercano encontró, por azar, el cuerpo de Yara en un avanzado estado de descomposición. La noticia causó un profundo impacto en la sociedad italiana. La autopsia reveló datos escalofriantes: Yara había sufrido golpes y heridas de arma blanca, y aunque ninguna lesión era mortal por sí misma, se determinó que la hipotermia habría acelerado su muerte. La falta de pistas contundentes complicó la investigación, pero los investigadores lograron obtener un perfil genético a partir de muestras de ADN encontradas en la ropa de Yara. Sin embargo, Italia no contaba en ese momento con una base de datos nacional de ADN, lo que representó un gran desafío para los investigadores. El ADN fue identificado como masculino, y el portador, al que llamaron “Inyoto Uno” o "desconocido Uno", se convirtió en el principal sospechoso. La fiscal Rugeri y su equipo recurrieron entonces a un exhaustivo muestreo de ADN en la región de Bérgamo, en un esfuerzo por encontrar coincidencias. Más de 15,000 muestras fueron recolectadas y analizadas a lo largo de años de investigación, incluyendo las de la familia Guerinoni, un linaje de Bérgamo con el que el ADN presentaba coincidencias parciales. Finalmente, se identificó a Giuseppe Guerinoni como el padre biológico del sospechoso, lo que generó una nueva línea de investigación orientada a encontrar al hijo ilegítimo de Giuseppe. Tras años de análisis genéticos y de investigación genealógica, en 2014, los investigadores lograron identificar al sospechoso: Massimo Bossetti, un trabajador de la construcción y residente de Bérgamo. Bossetti fue arrestado y juzgado en 2015. A pesar de su defensa, que siempre sostuvo su inocencia, el ADN lo vinculaba de manera irrefutable a la escena del crimen. Fue condenado a cadena perpetua. El caso de Yara Gambirasio dejó una huella profunda en Italia, tanto por la brutalidad de los hechos como por el despliegue tecnológico y científico empleado en su resolución. La historia de Yara continúa siendo un recordatorio de la vulnerabilidad de los más jóvenes y de la incansable búsqueda de justicia en un caso que desafió a una comunidad y al sistema judicial italiano.Escucha este episodio completo y accede a todo el contenido exclusivo de Laberinto Criminal. Descubre antes que nadie los nuevos episodios, y participa en la comunidad exclusiva de oyentes en https://go.ivoox.com/sq/2326979
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Documentales apasionantes y cautivadores que te sumergen en el oscuro y enigmático mundo del crimen real. En cada episodio, exploramos casos intrigantes y perturbadores que han desconcertado a investigadores y fascinado a la sociedad a lo largo de la historia. Con una narración meticulosa y envolvente, este espacio te lleva a través de un laberinto de misterio, revelando detalles escalofriantes y giros inesperados en cada historia.
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