EL CLUB DARWIN

Joel Lager (David Verdaguer) murmuraba al mismo tiempo que ojeaba más concienzudamente aquel detalle en la secuencia que le había devuelto al mundo real. Poco a poco, entre aquella cadena de aminoácidos, se le reveló un patrón que le resultó familiar. Al principio lo miró sin entender muy bien el porqué de esa familiaridad, pero tras unos segundos en los que sus neuronas procesaron toda aquella información, lo vislumbró en su cabeza con una clarividencia absoluta. Un súbito y helador estremecimiento le recorrió desde la cabeza a los pies.

Joel Lager (David Verdaguer). Durante las tres horas que duró el viaje, Steph y Joel apenas cruzaron una sola palabra. Estaban impresionados viendo toda aquella gente hacinada a solo unas decenas de metros. Imaginaban la desesperación que debían sentir intentando huir lo más rápido posible para no ser alcanzados por aquel maldito virus, y verse irremediablemente atrapados en aquella acumulación inmensa de vehículos de la que les llevaría días poder avanzar siquiera unos pocos kilómetros. Por otro lado, probablemente muchos de ellos pensarían que quiénes eran esos locos que se dirigían con tanta prisa a la boca del lobo.

Joel Lager (David Verdaguer). Se hizo un silencio sepulcral en la habitación, con todas aquellas mentes brillantes digiriendo la ansiada información. Existían miles de virus de cientos de tipos diferentes. Probablemente, solo se conocían un número ínfimo de todos ellos. Pero al menos, por fin iba a ser posible empezar a catalogar de algún modo al causante de LA ENFERMEDAD, o el ANDIS, como se suponía que debían llamar los expertos a aquel azote mortal. Se acabaron los términos abstractos tipo “agente”, “ente” o similares. Al menos lo podrían denominar como lo que realmente era: un virus.

Joel Lager (David Verdaguer). Después de la reunión inaugural de su grupo de trabajo se llegó a la conclusión de que la clave para poder tener alguna posibilidad de éxito frente a aquella crisis pasaba ineludiblemente por la identificación del patógeno. Era crucial. Sin eso, la enfermedad se extendería sin remedio. En ese momento Joel percibió que no tenía sentido volver a Friburgo a continuar sus investigaciones sobre el cáncer. O se identificaba el agente patógeno, o el cáncer dejaría de ser una preocupación para el mundo. Sentía que su destino era estar allí, dando lo máximo de sí mismo para contribuir a la realización de aquella colosal tarea.